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jueves, 27 de enero de 2011

Vacunas Comestibles


A finales de los años 90, se produjo un llamamiento del Organización Mundial de la Salud en busca de vacunas orales y baratas que suprimieran los inconvenientes del transporte hasta lugares remotos y su obligada conservación a bajas temperaturas. Estas vacunas deberían luchar contra las principales enfermedades: difteria, tos ferina, poliomielitis, sarampión, tétanos y tuberculosis (estas suponen unos dos millones de muertes al año) sobre todo en las regiones mas pobres del globo.

Las ventajas serian enormes, las plantas y los árboles se cultivarían in situ, sin excesivo coste, sin transporte y sin el inconveniente del almacenamiento a bajas temperaturas; también se podría prescindir de las jeringas y su riesgo de contaminación, coste aparte.



La función principal de las vacunas es cebar el sistema inmunitario contra el patógeno agresor. La respuesta violente cesa pronto, pero deja centinelas, estas son células con memoria que permanecen alerta.
Las vacunas clásicas presentan un riesgo que aunque pequeño, no deja de ser preocupante.

Los microorganismos de la vacuna pueden despertar provocando la enfermedad contra la que se pretendía defender; sin embargo, las vacunas comestibles se han manipulado para que contengan el antígeno, pero no los genes que posibilitarían la formación del patógeno completo.

Un punto de interés es la posibilidad de que las vacunas ingeridas por la madre protejan indirectamente al hijo. En teoría una madre que comiera una vacuna comestible dispararía así la producción de anticuerpos que pasarían al feto a través de la placenta o al recién nacido durante la lactancia.



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